Siguiendo los pasos de Jesús

Compartiendo el evangelio de Cristo para reconciliar las almas con el Padre.


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No luches más

Hay veces que estamos como Jacob, huyendo de Labán su suegro y de sus cuñados y atemorizado porque delante está su hermano Esaú con un ejército esperando. Es como si estuviésemos entre la espada y la pared. Pareciera como si no hubiera salida. Si avanzo me atacan, si retrocedo también. Son momentos que nadie quisiera vivir. En instantes como esos sencillamente no sabes que hacer. Jacob estaba tan desesperado, que a pesar de andar con su gran familia, se sentía muy solo, triste y abatido.

Génesis 32: 7-12Entonces Jacob tuvo gran temor, y se angustió; y distribuyó el pueblo que tenía consigo, y las ovejas y las vacas y los camellos, en dos campamentos. Y dijo: Si viene Esaú contra un campamento y lo ataca, el otro campamento escapará.  Y dijo Jacob: Dios de mi padre Abraham, y Dios de mi padre Isaac, Jehová, que me dijiste: Vuélvete a tu tierra y a tu parentela, y yo te haré bien; menor soy que todas las misericordias y que toda la verdad que has usado para con tu siervo; pues con mi cayado pasé este Jordán, y ahora estoy sobre dos campamentos. Líbrame ahora de la mano de mi hermano, de la mano de Esaú, porque le temo; no venga acaso y me hiera la madre con los hijos. Y tú has dicho: Yo te haré bien, y tu descendencia será como la arena del mar, que no se puede contar por la multitud.
Luego de esto sucedió algo extraordinario en la vida de Jacob, estando sólo, luchó con el Ángel de Jehová y venció.
Genesis 32: 24-31Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba. Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices. Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel;[b] porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido. Entonces Jacob le preguntó, y dijo: Declárame ahora tu nombre. Y el varón respondió: ¿Por qué me preguntas por mi nombre? Y lo bendijo allí. Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma. Y cuando había pasado Peniel, le salió el sol; y cojeaba de su cadera.

Después de ese momento la vida de este hombre cambió. De ser llamado Jacob, que significa el engañador; pasó a llamarse Israel, el que lucha con Dios; llamó además aquel lugar Peniel, que significa el rostro de Dios. Allí, en medio de sus luchas y batallas, Jacob al estar cara a cara con Dios sintió paz y que su alma era librada.
Al igual que a Jacob, el hecho de tener un encuentro personal con Dios en medio de nuestras tribulaciones y dificultades trae paz al alma y alivio a nuestros corazones. Pero, así como a Jacob le fue cambiado el nombre por Israel, y descoyuntada su cadera; Dios tiene que obrar en nosotros para cambiar nuestra estructura, para que desde el fondo de nuestra alma, vengan esos cambios profundos que nos harán nuevas criaturas. Comienza por cambiarnos el nombre, en vez del pecador, de ladrón, de chismosa, de mala paga, de adúltero, de asesino, somos llamados siervos y siervas de Dios.
También el Señor transforma nuestro carácter a través de su Espíritu Santo. Al altivo Jacob, lo puso a cojear. A nosotros no nos pone a cojear pero si nos transforma de adentro hacia afuera, y el fruto del Espíritu comienza a ser una realidad en nuestras vidas. Nos convertimos en seres humanos más amables, bondadosos, amorosos, con mansedumbre, gozo, dominio propio, entre otras cosas que la gente comienza a decir: Es la misma persona, pero es diferente. Claro que sí, porque Dios en su infinita bondad y gracia nos hace diferentes.
Si como Jacob te encuentras en dificultades y no sabes cómo seguir avanzando porque tienes temor a lo que te depara el futuro, si has estado luchando y no encuentras ninguna salida, es hora de que no luches más y vengas a Cristo. Porque su “Cristomicina” es capaz de sanar las heridas de tu alma y de tu corazón y llevarte a ser una nueva criatura que dé frutos dignos de arrepentimiento. 

También puedes leer: El lado positivo de la incompetencia
y también: Cuando no entendemos el por qué
¡Que Dios te bendiga y te guarde en este maravilloso día que él ha creado para nuestro deleite!

Fuente: Juan Julio Báez


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¿Cuáles son tus motivaciones para servir al Señor?



Vivimos en una época y en una parte del planeta donde no es difícil escuchar a un predicador hablar del evangelio. Son tantas las iglesias y las doctrinas que podemos elegir la que más nos guste, la que más cómoda nos quede, etc.

Normalmente en mi país, República Dominicana, cada cristiano al dirigirse a su iglesia le pasa por el frente a 5 o más iglesias cristianas que quedan en la misma ruta que la iglesia a la que asiste. Pero mi enfoque en esta ocasión no es la cantidad de iglesias, sino el mensaje central de la gran mayoría de ellas.
Todo el que ha sido expuesto a un mensaje desde un púlpito, la televisión, el internet o la radio ha escuchado frases como: “no morirás sin ver lo que Dios te prometió”; “ tus ojos verán tu tierra prometida”; “muy pronto saldrás de ese desierto”; etc. etc.
Lo que veo en el fondo de todo es: si le sirves a Dios tendrás todo lo que quieras muy pronto, o Dios va a satisfacer todos tus sueños cuando le sirvas. Por lo que debo preguntar ¿Es este el enfoque correcto? ¿Se trata de servir a Dios para obtener «beneficios»? ¿Todo se trata de un intercambio?

Es cierto que al servir a Dios somos librados de muchas cosas y que nuestras cargas son más ligeras que antes de servirle; es cierto que la Biblia está cargada de promesas para el pueblo de Dios (Vea algunas en: Deuteronomio 28:1-14; Proverbios 1:33; Filipenses 4:19; etc.) Pero sería un error que nuestras motivaciones para servir al Señor sean estas cosas, que al fin y al cabo son terrenales y están expuestas a daños. Ver Mateo 6:19-20 
Es mi responsabilidad mencionar, amado/a lector/a, que es posible que no veas muchas de las cosas que esperas ver, independientemente de tu buen caminar cristiano.

Leyendo el capítulo 11 del libro de Hebreos me encuentro con una cantidad de hombres y mujeres que aguantaron más de lo que muchos de nosotros estamos dispuestos a aguantar hoy por servir a Dios. Y de ese capítulo los versos del 35 al 38 me dejan impactado y me pregunto ¿estas personas fueron capaces de soportar todo eso por la fe?, pero eso no es todo mis hermanos, hay algo peor, hay un verso que, a raíz de lo que se predica hoy, no debería de estar en la Biblia… es más, ese verso destruye los argumentos de los predicadores de hoy. Me refiero al verso 39; sí, Hebreos 11:39 y lo cito: “Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido” … espera un momento… ¿CÓMO QUE NO RECIBIERON LO PROMETIDO? Pero señor escritor de Hebreos ¿Te fijaste que esa gente alcanzó buen testimonio? ¡No me vengas con ese final por favor! Si fueras un guionista de Hollywood y pones un final así en una película seguro que te despiden.

Mi desconcierto no es porque la Biblia esté mal o porque haya injusticia en ella, NO. Mi desconcierto es porque al menos el 70% de los creyentes de hoy creen en Jesucristo porque les dijeron que van a ser felices al final de sus vidas. Ninguno de ellos sabe que pueden morir y no ver aquello que tanto han esperado.

Debo aclarar que Dios no nos condena por tener posesiones materiales, pero sí nos condenará si éstas son las motivaciones con las que le servimos. Como creyentes en el Señor Jesucristo, debemos reconocer que el cielo es nuestro hogar y debemos resistir la tentación de acaparar o atesorar posesiones terrenales que se desvanecerán con el tiempo. Medite en los siguientes textos bíblicos:

Las Posesiones Terrenales Son Inferiores a las Celestiales“Poned la mira en las cosas de arriba, no en las cosas terrenales” (Colosenses 3: 2).

Las Posesiones Terrenales Serán Destruidas Con el Tiempo“Pero el día del Señor vendrá como un ladrón. Los cielos pasarán con grande estruendo, los elementos serán destruidos por el fuego, y la tierra y todo lo hecho en ella quedarán al descubierto» (2 Pedro 3:13).

Las Posesiones Terrenales No Se Pueden Dar a Cambio de su Alma. “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mateo 16:26).

Las Posesiones Terrenales Valen Menos que un Buen Nombre“Un buen nombre es más que las muchas riquezas; ser estimado es mejor que la plata y el oro“ (Proverbios 22: 1).

Las Posesiones Terrenales Pueden Ahogar el Deseo de Dios. “La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto.” (Lucas 8:14).

Mis hermanos, debemos predicar un evangelio diferente al que se está predicando hoy, debemos regresar a la senda antigua; no podemos basar una creencia en una recompensa, en un intercambio. Nuestra motivación debe ser servir a Cristo por lo que Él hizo en la cruz del calvario, por morir en lugar de nosotros, por evitarnos el sufrimiento eterno en el infierno. Nuestras motivaciones deben ser más por agradecimiento por lo ya hecho que por la recompensa de algo que nos pueda dar. Dios abra nuestro entendimiento.

¡Dios les bendiga!




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Cuidado con la "Fama cristiana"

Pareciera que alcanzar la fama es la meta más elevada para el ser humano. Llegar a la cima y ser reconocidos, admirados, aplaudidos y amados por todos es el propósito que le da sentido a la vida de muchos. Y ¿qué hay de malo en eso? Siendo sinceros, ¿A quién no le gusta ser amado, aplaudido o reconocido por gran cantidad de gente? Uno se siente bien, pues esas cosas nos brindan satisfacción y llenan nuestro ego humano.
Ahora bien, cuando hablamos de las cosas de Dios y los asuntos divinos las cosas cambian. No sé, pero siento que el término »FAMA» y »DIOS» no compaginan. La fama más bien es una inventiva humana en donde el hombre busca atribuirse y alardear méritos que no le corresponden, aunque creamos que nos lo merecemos o que nos lo hemos ganado.

Muchos cristianos han sido engañados con esta falacia, fascinados corriendo detrás de los dones del Espíritu para ser usados por Dios pero movidos por motivaciones incorrectas y sin el conocimiento del uso y propósitos de ellos, mientras que del Fruto del Espíritu poco se habla o se le presta ninguna atención.
Hoy el sueño de muchos es solo ser grandes predicadores, profetas, evangelistas, salmistas reconocidos, adoradores o más bien cantantes. ¿Y qué hay de malo en eso? Justamente el hecho de que es el sueño personal de alguien que evidentemente no lo ha rendido todo delante de Dios, y me atrevo a decirlo porque los sueños de Él para nosotros no se basan en que seamos conocidos por nuestros propios medios sino en que Dios mismo sea conocido a través nuestro y por SUS medios. Ahora bien, ¿Cual es el fin que persiguen muchos?

A menudo pienso que tal vez Dios debe hacerse esa misma pregunta ante las oraciones insistentes de gente que su único interés es llegar a los púlpitos y las grandes plataformas para darse a conocer y así llenar esa necesidad de sentirse importantes y que alguien los reconozca. En último caso el ser conocido es una recompensa del Señor pero luego de haber estado un prolongado tiempo en el anonimato con un corazón realmente humillado delante de su presencia. He visto en varias historias bíblicas que los que menos buscaron reconocimiento alguno lo tuvieron pero porque su corazón no estaba en ello y porque a Dios le plació exaltarlo cuando lo consideró el momento apropiado (1Pedro 5:6) ¿No es eso maravilloso? ¿Que sea Dios el que te exalte y no el hombre? Porque la gloria del hombre es pasajera pero cuando es Dios el que se glorifica a través de una persona, podrán incluso difamarlo y no le importará porque sabe quién lo ha levantado.

En este sentido hay dos tipos de corazones, uno busca la fama usando a Dios para alcanzar su propio sueño y el otro sirve a Dios de todo corazón fielmente porque lo ama, soportando tribulaciones y reconociendo que sin Él no es ni puede hacer nada. ¿De cuál corazón crees que se agradará el Señor?
Creo que resulta importante y oportuno saber que el ser usado por Dios y poseer algún Don Espiritual no es garantía de salvación, mas el reflejar en tu vida el Fruto del Espíritu sí. Y éste es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gálatas. 5:22-23) ¿De dónde crees que todo esto se obtiene? Pues ni más ni menos que de LAS PRUEBAS, sí, de las benditas pruebas por las que Dios nos permite pasar para que le conozcamos como el Dios Todopoderoso que Él es. Tal y como lo dice Santiago 1:2-4 Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.” Pretender tener fama no es más que un deseo carnal que nunca te llevará a madurar espiritualmente, las pruebas sí lo harán ¿Acaso vamos a cambiar a Dios por algo tan superficial de esta vida como la fama? ¿Cómo caer en algo tan bajo menospreciando la sangre con la que Cristo nos compró? Eso sí que es, literalmente, vender la primogenitura por un plato de lentejas.
Delante de Dios nadie podrá alegar méritos por lo que hace por medio de Él y con lo de Él (aunque muchos lo intentarán) pero tendrán un triste final. Vea… Mateo 7:22
Muchos proclaman hoy el hacer cosas bajo la frase »Para la gloria de Dios» cuando en ocasiones solo existen intereses ocultos y motivaciones desconectadas del propósito y los Planes de Dios. Pero eso sólo Dios lo sabe, aunque las acciones de muchos los ponen al descubierto. Pero lo cierto es que Dios no mide a Sus hijos por sus dones, y mucho menos por su fama. De hecho, Él ha determinado valerse de gente débil para que a final de cuentas solo Su nombre sea glorificado. Esa es una de las enseñanzas de Pablo en 1 Corintios 1:26-31. A final de cuentas, es por la gracia de Dios que somos lo que somos (1 Corintios. 15:10). 

En conclusión, sólo somos personas ordinarias a quienes Dios ha encomendado una labor extraordinaria, para que la excelencia del poder sea de Él y no nuestra (2 Corintios. 4:7). Y a fin de cuentas, Él nos reconocerá como hijos suyos por una sola cosa: »El FRUTO DEL ESPÍRITU» (Carácter de Cristo) en nuestras vidas. Vea: Mateo 7:20. Por lo tanto, debemos ministrar de tal manera que nuestro Dios se lleve toda la gloria, porque solo a Él le corresponde (Romanos. 11:36).

Fuente: Eduardo Sarmiento Sosa
¡Dios les bendiga!


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Venciendo los gigantes de mi vida


¿Alguna vez te has sentido incapaz de solucionar un problema? Justamente eso es la Impotencia. Significa falta de fuerza o poder para realizar una cosa o para hacer que algo suceda. Esto trae un profundo dolor emocional por el hecho de no poder remediar una situación desagradable. En otras palabras, te sientes impotente, cuando sabes que los problemas son tan grandes comparado con tus fuerzas, que solo te resta decir “No puedo”, es un sentimiento muy frustrante.

En la Biblia hay algunas historias no sólo de hombres y mujeres, sino de naciones y ejércitos que se sintieron así, tal es el caso de Israel. En una ocasión un hombre de una estatura asombrosa y una fuerza descomunal, además de su gran entrenamiento militar, puso a todo el ejército de Israel, el pueblo de Dios, a temblar de miedo. “Y añadió el filisteo: Hoy yo he desafiado al campamento de Israel; dadme un hombre que pelee conmigo. Oyendo Saúl y todo Israel estas palabras del filisteo, se turbaron y tuvieron gran miedo.” (1 Samuel 17:10-11)
Cuanto te sientes impotente, te ves a ti mismo como inferior, sientes temor y tal vez puedes llegar a turbarte como le pasó al pueblo de Dios. Entonces comienzas a pensar que no podrás librarte de aquella dificultad y que no hay solución posible para tal situación.
Cada día el gigante Goliat salía para amenazar al pueblo de Dios, hasta que apareció alguien con otro pensamiento. “Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado.” (1 Samuel 17:45)
La actitud de David frente al gigante fue muy diferente, porque aún reconociendo que el gigante a enfrentar era muy fuerte, también sabía que mucho más poder y grandeza tenía su Dios. Debemos entender que Él no nos ha llamado a luchar solos; es posible que los problemas nos superen, ya que somos humanos, pero éstos nunca serán más grande que nuestro Dios. “Y Jehová va delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas ni te intimides.” (Deuteronomio 31:8)
Tal vez estés atravesando una situación difícil, semejante a enfrentar un temible gigante, este ya no se llama Goliat, sino que tiene distintos nombres; enfermedad, deudas, adicciones, escacez económica, divorcio, problemas de inmigración, depresión etc. Estos se presentan cada día a tu vida, atemorizándote y llenándote de incertidumbre acerca del futuro. Seguramente y ante esta situación, te sientes pequeño, impotente y sin fuerzas. Si es así, quiero que sepas que no estás solo o sola, el mismo que ayudó a David y liberó al ejército de Israel en aquel entonces, te puede ayudar y liberar a ti hoy. 

¿Quieres saber cómo? Allí mismo donde estás puedes recibir esa ayuda; te invito a que hagas la siguiente oración: “Señor, sé que solo no puedo, humanamente me siento pequeño delante de este problema tan grande, quiero pedirte perdón por las veces que decidí ir solo a la batalla, pero hoy te pido que me ayudes a pelear, a no escapar del problema, sino a enfrentarlo y salir victorioso. Porque ahora sé que no voy solo a la batalla, al igual que David diré: Gigante, yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos.
Si confías en Dios y le obedeces, Él te sorprenderá haciendo lo que tú en tus fuerzas no podías.
¡Dios les bendiga!


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Este mundo no era digno de ellos

Es imposible leer Hebreos 11 y no quedar impactado/a por la fe demostrada por aquellos hombres y mujeres de Dios que prefirieron la muerte antes que conformarse a este mundo tan vacío y superficial.

Al leer los versículos del 33 al 37 podemos ver todo lo que tuvieron que pasar los siervos, profetas, jueces, apóstoles, guerreros… en fin, esos grandes líderes espirituales de los tiempos bíblicos que en realidad no eran más que personas de carne y hueso como nosotros pero que todo lo que lograron fue por la fe. 

La fe de ellos los llevó a que aún luego de tantos siglos hoy sigamos tomándolos como ejemplos de vida, y sus pasos sean un estilo de vida que queramos imitar. Pero… ¿y nosotros?… ¿Estaremos siendo voces tan firmes y constantes que luego pasarán a ser los ecos de nuestros hijos, nietos y toda nuestra descendencia? ¿Cuál es el legado que estás dejando al mundo?…

Cuando leí que el mundo no era digno de estos hombres (ver verso 38) me pregunté si estaré viviendo de tal manera que el mundo no es digno de mí. Y quiero invitarte a meditar en ello. Porque estos hombres se despojaron de sí mismos para amar a Dios con toda su alma, toda su mente y todo su corazón. Rechazaron negar a Dios, rechazaron la libertad y las riquezas de este mundo, rechazaron seguir la ola de su tiempo y bailar el son que le tocaba el sistema. Esta gente rechazó todo de sí mismos y todo lo que el mundo les ofrecía por todo de Dios. ¿Y tú, estás viviendo así?…

¿Podemos decir realmente que estamos viviendo como extranjeros y peregrinos sobre esta tierra, tal y como lo dice el versículo 13? ¿Qué hacemos cuando no llega lo que estamos esperando, desistimos de nuestra fe como si fuera una mera ilusión o nos aferramos a las promesas de Dios creyendo contra viento y marea porque tenemos la plena convicción de que su Palabra sigue siendo verdadera y por lo tanto supera toda circunstancia?

¿Nos apoyamos en Dios o en nuestra propia capacidad? ¿Hacemos las cosas con sus fuerzas o con las nuestras porque las del Señor “no son suficientes”? ¿Nos basamos más en su verdad o preferimos confiar en nuestra propia prudencia? ¿Queremos recibir reconocimiento por lo que hacemos para el Señor? Pues nos equivocamos de camino, porque ellos ni siquiera pensaron en ser distinguidos, obedecieron y punto. Si no lo hubieran hecho ni siquiera sabríamos que existieron.

 Nos regimos por el principio en el que primero creemos y después vemos, o aún siendo cristianos necesitamos ver para creer. “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” (v. 27) por eso estos personajes fueron llamados Héroes de la fe, por cuanto no fijaron sus ojos en lo corruptible sino que vivieron sus vidas en obediencia deseando una mejor patria que era la celestial, razón por la que Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos.


¿Te imaginas, al Dios Todopoderoso preparándote una ciudad porque a pesar de no ver, ni sentir lo que estabas esperando decidiste seguir confiando en Él? ¿Te lo puedes imaginar estando orgulloso de ti porque supiste serle fiel no dejando que las cosas pasajeras de esta vida te absorbieran y te alejaran de sus caminos? ¿Te lo imaginas recibiéndote allá arriba mirándote con tal agrado que de su boca salgan esas bellas palabras invitándote a entrar en su eterno reposo?

Si puedes imaginártelo debes preguntarte también ¿Cómo no servir a ese Dios maravilloso que me dio la vida, que me salvó y que me hizo partícipe de su reino para servirle y luego disfrutar toda la eternidad en amor junto a Él? 

Claro que no es fácil llevar nuestra cruz para alcanzarlo, pero ¿Acaso no vale la pena? ¿Qué importa lo difícil que sea sabiendo que no es imposible, mucho menos tomados de la mano de Nuestro Dios?

Lee nuestra entrada: Cuando no entendemos el por qué

Así fue como este mundo fue indigno de aquellos hombres y mujeres que lo dejaron todo por Dios, porque menospreciaron sus vidas sufriendo el oprobio por causa de la Verdad, porque creyeron contra toda probabilidad y si te preguntas ¿Para qué? Pues para que, entre las otras tantas cosas, tú y yo hoy tengamos su gran ejemplo y nos decidamos a seguir adelante como viendo al Invisible. 

Fuente: Isuane Mark


¡Dios les bendiga!



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El lado positivo de la incompetencia


¿Cómo debemos responder ante los desafíos que van por encima de nuestras capacidades?

Algunos se sienten abrumados por la incompetencia y por eso se rinden y huyen de la dificultad que enfrentan. Hay otros que se sienten demasiados confiados en sí mismos y en las habilidades que creen tener. Pero para los creyentes en Cristo, ninguna de estas dos posiciones debe ser una buena opción. Pues la primera muestra falta de confianza en Dios y la otra demuestra orgullo. El apóstol Pablo describe la respuesta que el Señor espera de nosotros en 2 Corintios 3:4-5. Nuestra confianza no está en nosotros mismos, sino en Cristo. No hay nada en nosotros que pueda hacernos competentes para aprovechar las oportunidades que nos da. Dios es la fuente de nuestras habilidades. Y en cada situación difícil que enfrentemos, confiemos en que el Señor nos capacitará adecuadamente. Ni las circunstancias, ni nuestros sentimientos de incompetencia podrán jamás negar sus promesas.
Aunque los sentimientos de incompetencia son difíciles de sobrellevar, podemos hallarles el lado positivo, si respondemos de la manera correcta.
Es al comprender los beneficios, que enfrentamos los tiempos de pruebas de la manera correcta. Ya no las vemos como una fuente de inseguridad y temor, sino como oportunidades que Dios nos da.
La incompetencia nos acerca a Dios.
Todo gran desafío nos da dos opciones. La opción negativa nos impulsa a enfocarnos en nuestra incompetencia y nos guía a la decepción y a la desesperación. Pero la opción positiva nos hace ver la incompetencia a la luz de la grandeza de Dios. Es en nuestra debilidad que acudimos al Señor en busca de guía y ayuda. Puede que no nos volvamos más competentes de inmediato, pero nuestra fe se fortalece y dejamos de sentir temor. Y mucho más importante aún, nuestra relación con el Señor crece, pues nos acercamos más a Él y confiamos más en las promesas que nos ha dado. Todo aquello que nos acerca a Dios es bueno. Es al depender de Él que logramos conocerlo mejor.
La incompetencia alivia la carga que sentíamos al tratar de hacer la voluntad de Dios con nuestras propias fuerzas.
El Señor no espera que hagamos lo que nos ha encomendado con nuestras limitadas fuerzas. Es por eso que, en ocasiones, permite que pasemos por circunstancias que nos recuerdan lo débiles que somos. El apóstol Pablo aprendió esa lección en el momento de su conversión, al ser cegado mientras iba camino a Damasco. Y después de haber enfrentado diversas pruebas durante su ministerio, escribió: “Todo lo puedo en Cristo, que me fortalece” (Fil 4.13). El Señor ha prometido estar con nosotros y sostenernos en todo aquello que nos pida hacer.



La incompetencia nos hace depender del Espíritu de Dios.

La noche antes de su crucifixión Jesús prometió enviar al Espíritu Santo para que ayudara a sus discípulos (Jn 14.16-18). No solo estaría con ellos, sino también en ellos. Fue después de su resurrección, que el Señor le dijo a sus discípulos que se quedaran en Jerusalén hasta que fueran “investidos de poder desde lo alto” (Lc 24.49). Sabía que sin el poder del Espíritu no serían competentes para realizar lo que les había encomendado. El mismo Espíritu que descendió sobre ellos, es el que mora en el corazón de cada creyente. Nos selló como hijos de Dios desde el día en que fuimos salvos, y no hay nada que podamos hacer para romper ese sello.Desde ese día, el Espíritu Santo ha obrado en nuestra vida, para que podamos llegar a ser la persona que Dios desea y para que alcancemos lo que ha preparado para nosotros. Es al sentirnos incompetentes, que se nos da el privilegio de depender del poder de la tercera persona de la Trinidad, el del Espíritu Santo.

La incompetencia le da la oportunidad al Señor de demostrar lo mucho que puede hacer con poco.
Hubo una ocasión en el ministerio de Jesús, en el que fue seguido por más de cinco mil personas, las cuales se encontraron hambrientas y sin alimento alguno. Pero un muchacho ofreció lo poco que tenía, cinco panes y dos peces. A pesar de que eso no era mucho, Jesús lo multiplicó, para poder alimentar a toda esa multitud. El Señor no necesita mucho para hacer grandes maravillas. Puede hacer uso de las habilidades, talentos y dones que nos ha dado. El apóstol Pablo no era la persona ideal para ser usada por Dios, pues había sido enemigo de la Iglesia. Pero una vez que Jesús cambió su corazón, vino a ser el más grande evangelista de su época.
Somos incompetentes al juzgar nuestra capacidad, pues nos evaluamos de acuerdo a lo que somos, a la manera en la que lucimos, a lo que poseemos y a otros aspectos humanos. Pero Dios nos ve tal y como podemos llegar a ser si nos rendimos a su voluntad. Él se deleita en recibir lo poco que podemos ofrecerle y así hacer aquello que ha decidido para nuestra vida. Es por eso que no debemos compararnos con otros. Su plan es único para cada uno de nosotros.
La incompetencia permite que seamos usados por Dios de acuerdo a nuestro máximo potencial.
El orgullo nos impide producir frutos. Es al depender solamente del poder de Dios, que podemos alcanzar las metas que ha dispuesto para nuestra vida. El Señor sabe lo que desea de nosotros, y tiene el poder para transformarnos de acuerdo a su propósito. La clave para ser usados por Dios es la humildad —el reconocimiento de que somos incompetentes y debemos obedecer la voluntad de nuestro Padre celestial.
La incompetencia permite que sea Dios quien reciba toda la gloria.
Si no somos competentes por nosotros mismos y Dios cumple su propósito en nuestra vida, toda la gloria debe ser dada solo a Él. Es al ser insuficientes que recordamos que separados del Señor nada somos.
La incompetencia nos ayuda a vivir con quietud y contentamiento.
Nos será imposible preocuparnos si confiamos en el poder del Señor. Si nos sentimos incompetentes, debemos poner esos sentimientos en las manos de Dios, quien nos dará la quietud y el contentamiento que necesitamos. Eso es lo que nos promete en Juan 14.27, donde nos dice: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”.

Para reflexionar
Ø  ¿Cuándo fue la última vez que su incompetencia le guió a los pies del Señor? ¿Cómo fue fortalecida su relación personal con Él? ¿Qué aprendió acerca de sus promesas y de su manera de obrar?
Ø  Recuerde la historia del muchacho que entregó sus panes y peces a Jesús. ¿Qué tiene usted para entregarle al Señor? ¿Se compara algunas veces con los demás? ¿Cómo afecta la comparación con otros sus emociones, su motivación y la actitud que tiene ante la vida?
Ø  ¿Qué cree que sucedería si, en vez de lamentarse por su incompetencia, le agradeciera al Señor? Si no sabe la respuesta, lea lo que nos dice Pablo en 2 Corintios 12:7-10, donde nos explica la importancia de nuestra debilidad.
¡Dios te bendiga!

Por Charles Stanley


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Bendiciones Retenidas

Uno de los conceptos más claro que aparece en la Biblia es el de que es el deseo de Dios que a todos nosotros nos vaya bien. Que vivamos una vida plena, una vida llena de gozo, llena de paz, una vida de completa comunión con nuestro Señor. Sin embargo a pesar de que esos son los deseos de Dios para nuestras vidas no siempre podemos vivir esa vida plena. No sé si alguna vez te has preguntado esto, si Cristo vino a darnos vida y vida en abundancia según Juan 10:10 ¿por qué no se manifiesta en ti esa  vida abundante?

Yo tengo dos teorías que explican eso; la primera es que todo es parte de un plan perfecto, diseñado y establecido por Dios para nosotros desde antes de nuestro nacimiento. Y ese plan contempla que nos vayamos desarrollando paso a paso hasta alcanzar la estatura del varón perfecto que es Cristo Jesús. En otras palabras, al venir a los pies de Cristo no podemos permanecer estáticos, debemos crecer, debemos avanzar; Avanzar en el conocimiento, en la búsqueda incesante y en nuestra plena comunión con Dios. Es como cuando enviamos a nuestros hijos a la escuela, ellos arrancan en Kindergarten, pero sabemos que año tras año ellos deben avanzar un grado. Deben hacer sus esfuerzos por estudiar, por prepararse, por capacitarse, por pasar de curso.

A pesar de nuestros buenos deseos para con ellos, si ellos no hacen su parte van a repetir el curso una y otra vez hasta que se capaciten y demuestren que están listos para avanzar al siguiente nivel. Con Dios es igual, hay muchas bendiciones que él quiere entregarnos pero si no estamos preparados para recibirlas, para pasar de curso e ir al siguiente nivel de gloria, Dios no nos enviará hacia allí porque sabe que no estamos preparados, que no estamos capacitados. ¿O acaso un padre que se respete, por más que ame a su hijo, le va a entregar un carro Mercedes Benz a un niño de seis años para que lo maneje? ¡Claro que no! Porque sabe que aunque ama con locura a su hijo, está poniendo en riesgo la vida de quien ama y no desea que le pase ningún mal.

La segunda teoría que tengo con respecto a las bendiciones retenidas tiene que ver con nosotros mismos y lo que hay en nuestros corazones. La Biblia dice que de la abundancia de nuestro corazón habla la boca (Mateo 12:34). En otras palabras Dios, quien escudriña los corazones y lo sabe todo, sabe que hasta que no venga en nosotros esa transformación de adentro hacia a fuera no debe enviarnos esas bendiciones, porque entonces en vez de un bien nos estaría haciendo un mal.

Hay personas que aparentan ser humildes hasta que la ponen en un puesto de importancia y entonces sale lo que lleva dentro; comienzan a maltratar a los demás, a comportarse con altivez, con soberbia, y es solo cuestión de tiempo de que caiga, pues antes de la caída viene la altivez. El que se exalta será humillado y el que se humilla será exaltado (Lucas 14:11)

Si queremos vivir la vida plena y abundante que Dios quiere que vivamos, debemos primero prepararnos para recibir lo que Dios quiere darnos y segundo dejar que el Señor transforme nuestros corazones y convertirnos en verdaderos siervos que vivamos para ayudar y servir a los demás, recuerda que alguien una vez dijo: Quien no vive para servir, no sirve para vivir. 

¡Dios te bendiga!


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Una fe resistente a toda prueba

Una de las cosas que se suelen hacer cuando se está desarrollando un prototipo de medicamento, de carros, de aviones, de computadoras, o de cualquier invento es someterlo a diversas pruebas. A veces esas pruebas duran años y años, antes de que las autoridades competentes digan que ese instrumento o que esa medicina ha cumplido con todos los requisitos establecidos por la ley y ya están aptos para ser puestos en el mercado y que la gente comience a usarlos, confiando naturalmente en que esas cosas han sido sometidas a diversas pruebas, que son resistentes y aptas para ser usadas o consumidas.


Basados en esa percepción que tenemos es que con fe, por ejemplo, nos montamos en un avión, creyendo que el aparato está bien hecho y que el piloto que maneja la nave está capacitado para volar el avión. Del mismo modo, manejamos un automóvil, porque estamos plenamente convencidos, de que el diseño del mismo pasó todas sus pruebas, y que por lo tanto a la hora de frenar, las bandas de freno harán su trabajo y evitarán que choquemos. Del mismo modo, cuando vamos al médico, lo hacemos en fe, creyendo en que ese galeno, tiene la pericia y el conocimiento necesario para resolver el mal que nos aqueja.

Es posible que nunca lo hayas pensado, ni reflexionado. Pero si lo analizamos bien, llegaremos en la conclusión de que el mundo funciona por fe. Por fe, tomamos un vuelo de avión. Por fe, nos montamos en los autobuses, en el metro, en los autos de servicio público, por fe vamos a un restaurante y nos comemos la comida, basados en la creencia de que la persona que está en la cocina sabe lo que hace, y no nos va a envenenar. Por fe contratamos a un arquitecto para que diseñe nuestra casa o edificio, por esa misma fe, contratamos al ingeniero o al maestro constructor para que nos construya la casa. Por fe, vamos al supermercado, a comprar los alimentos y a prepararlos para nuestro consumo. Por fe, decidimos casarnos y formar una familia, con un hombre o una mujer, que en principio era un/a total desconocido/a, que a lo mejor fue criado con costumbres diferentes a las de nosotros, pero que estamos confiados en que esa es la mujer o el hombre de nuestra vida y de que a su lado nos irá bien. Y si sigo, la lista de las cosas que hacemos por fe, no acabarían.

La biblia narra la historia de unos jóvenes hebreos que fueron echados al horno de fuego (Daniel capítulo 3), pero ellos tenían una fe a toda prueba, ellos dijeron “ciertamente el Dios a quien nosotros les servimos, nos puede librar de este horno de fuego en el que tú no quieres echar, pero si no, sepa oh rey, que nosotros tres seguiremos adorando y exaltando a nuestro Dios” (Versos 17-18 parafraseados) Esa es una fe a toda prueba. Esa es una fe completa en Dios. Es el tipo de fe que Dios espera que tú y yo tengamos.

Pidámosle a nuestro Dios que nos aumente la fe, para que sean cuales sean las pruebas que nos toquen vivir, nuestra fe sea resistente a toda prueba y podamos pasar las mismas, y pasar al siguiente nivel de gloria, adonde el Señor nos quiere llevar.

Ahora bien, hay situaciones en que esa fe es probada; así como los medicamentos, los vehículos, van a un laboratorio a desarrollarse y a probarse, nuestra fe es probada cada día de diferentes maneras. Con enfermedades, con carencias económicas, etc.

El apóstol Santiago en el capítulo 1 versos 2-4 lo dice de esta manera: Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas, pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia. Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada.

Oramos a Dios para que su fe sea resistente a toda prueba; que sean perfectos, íntegros y que nunca te falte nada.

¡Dios les bendiga!



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Acreditados por Dios

Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal? (Job 1:8)


A nosotros los seres humanos nos gustan los halagos. Cuando hacemos un trabajo bien nos gusta que nos reconozcan. Si andamos bien vestidos nos gusta que nos digan que esa ropa nos queda bonita. Nos encantan los halagos porque esa es parte de nuestra naturaleza humana. Tener buen nombre, prestigio, buena fama, que digan que tú eres un hombre serio o una mujer seria, el mejor trabajador o trabajadora, El mejor esposo o la mejor esposa, etc. Esas son cosas que nos agradan y que nos hacen sentir felices.

¿Pero ustedes se imaginan si esos halagos en vez de los hombres, vinieran de parte de Dios? ¿Como nos sentiríamos? Yo creo que se nos saldría el corazón de nuestros pechos solo de imaginar eso.

Que seamos acreditados por Dios. Reconocidos y recomendados por Dios. Eso hizo Dios con su siervo Job, ¿Has visto a mi siervo Job? Porque no hay ninguno como el sobre la tierra, hombre intachable y recto, temeroso de Dios y apartado del mal; ¡Que carta de presentación mas bella! ¿Te imaginas que el Señor se exprese así de ti?… ¿Has visto a mi siervo Antonio?  ¿Has visto a mi siervo Juan? ¿Has visto a mi sierva María?

¿Quién de nosotros no se sentiría contento si nada más y nada menos que el mismo Dios se expresara de nosotros de esa manera?

Pero para ser acreditados por Dios debemos estar dispuestos a pagar el precio. Job lo pagó ¡y de qué manera! Teniéndolo todo, se quedo sin nada. Pero su fe, su devoción y su confianza en Dios nunca desmayaron, ni disminuyeron. En tiempos de abundancia, de salud y de prosperidad, Job alababa a Dios. En tiempos de escasez, de enfermedad y de pobreza, Job seguía alabando a Dios. Había cambiado de estatus social de rico a pobre, había cambiado su estado de salud de sano a enfermo; pero sus circunstancias no cambiaron lo que había en su mente y en lo más profundo de su ser porque su corazón seguía igual adorando a Dios. Confiando en Dios y esperando que Dios juzgara su causa.

Cuánto tenemos que aprender de Job; cuánto tenemos que imitar a Job. Cuando Job lo perdió todo solo dijo: Jehová dio, Jehová quito, sea el nombre de Jehová glorificado (Job 1:21)

Cuando estaba desesperado Job dijo: Yo sé que mi redentor vive (Job 19:25) A pesar de no entender lo que le estaba pasando, a pesar de no saber por qué razón de repente el temor que le asaltaba le había sobrevenido (Job 3:25) Job se refugió en Dios. Job espero en Dios, no hubo despropósito; ni pecó en su tiempo de aflicción.

Quiero que medites en todo esto y te hagas estas preguntas ¿Cuándo estoy atravesando un duro proceso niego a Dios? ¿Me aparto de Él? ¿Empiezo a cuestionarlo para que me dé respuestas de por qué me pasa a mí?

Pidámosle a Dios que nos capacite, que nos llene, que nos de fortaleza para que cuando lleguen los días malos podamos ser probados en todo y pasar las pruebas con notas sobresalientes; y a quienes están atravesando esas duras pruebas en este momento no nos dejemos vencer por aquello que no entendemos y confiemos en que el Señor pronto nos mostrará la salida. Que sea Dios que nos moldee, que Seamos acreditados por el Todopoderoso. Que el creador del los cielos y la tierra pueda decir de nosotros lo mismo que de Job: Hombre intachable y recto, temeroso de Dios y apartado del mal.

¡Dios les bendiga!


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Al sentirnos incompetentes

¿En algún momento ha pensado, que al cambiar algunos aspectos de su vida, podría llegar a ser más competente para enfrentar los desafíos?
En más de una ocasión nos hemos sentido incompetentes ante los desafíos de la vida, pero la solución no se encuentra en el deseo que sintamos de ser diferentes. Dios no desea que la incompetencia venga a ser un obstáculo en nuestro andar con Él. Más bien debemos permitir que estos sentimientos nos motiven a confiar más en el Señor y en sus promesas.

Las Sagradas Escrituras nos enseñan que algunos siervos de Dios también se sintieron incompetentes.
Moisés veía su falta de elocuencia como un obstáculo para hablar ante el faraón el mensaje que Dios le había dado en relación a su pueblo (Éx 4.10). Gedeón, como consecuencia de su humilde linaje, dudó que podría liberar a Israel de sus enemigos (Jue 6.12-15). Y Jeremías declaró que no sabía cómo hablar, al ser llamado para ser profeta de Dios (Jer 1.4-6). En cada uno de estos casos, el Señor les afirmó que estaría con ellos.
Aun el apóstol Pablo confesó que no era competente para el ministerio que se le había encomendado; pero también afirmó que “nuestra competencia proviene de Dios” (2 Co 3.5). Esa es la mejor solución para enfrentar los sentimientos de incompetencia; saber que el Señor nos capacita, siempre y cuando, vivamos en comunión con su Hijo Jesucristo.

Las áreas de incompetencia
Aunque todos nos sentimos incompetentes, hay aspectos en los que ese sentimiento se agudiza.
Trabajo: Algunas personas se sienten incompetentes en sus centros de trabajo, pues no tienen la experiencia necesaria, o enfrentan nuevos desafíos.
Hogar: Otros se sienten incompetentes para instruir a sus hijos en la sociedad en la que vivimos.
Matrimonio: En ocasiones, las personas se sienten incapaces de agradar a su cónyuge y no saben qué hacer para edificar una relación en la que los dos se sientan satisfechos.
Finanzas: Algunas personas no creen ser capaces de proveer para su familia, sobre todo al compararse con otros.
Amistad: Otra área donde algunos se sienten incompetentes es la relacionada con las personas que les rodean, en especial los amigos.

Razones por la que nos sentimos incompetentes
El sentimiento de incompetencia puede ser difícil de manejar, pero también puede llegar a ser una bendición. Sin embargo, antes de descubrir los beneficios, debemos reconocer las razones por las que nos sentimos de esa manera.
Poca preparación: Puede que, al considerar nuestra vida, nos sintamos en desventaja, pues no creemos tener la educación, la inteligencia o la posición económica que otros poseen.
Baja autoestima: Cuando no nos sentimos bien con nosotros mismos, o creemos no ser valiosos, vivimos inseguros al pensar que no merecemos las bendiciones de Dios.
Comparación: Siempre habrá alguien que tenga más dinero, o más habilidades, o mejor posición social que nosotros. Es al aceptar lo que Dios nos ha dado, que dejamos de vernos inferiores a otros.
Una fe débil: Si dudamos de las promesas que el Señor nos ha dado, no podremos terminar lo que nos ha encomendado. Pero nos ha dado su Espíritu Santo para fortalecernos. No debemos dejarnos controlar por la inseguridad, pues Cristo nos ha dado la victoria.
Críticas: Es fácil sentirse competente cuando otros nos elogian. Pero es al ser criticados que corremos el riesgo de sentirnos incompetentes.
Fracasos: Todos hemos fallado en alguna ocasión. Pero no podemos vivir sintiendo que somos un fracaso, pues esto nos derrotaría y nos impediría seguir creciendo.
Resultados de la incompetencia
Al sentirnos incompetentes, debemos enfocarnos en las promesas del Señor y no en lo que sentimos. Si permitimos que los sentimientos negativos se apoderen de nosotros, sufriremos graves consecuencias:
No aprovecharemos las oportunidades que Dios nos da. El Señor nos las da cada día. Son los pequeños actos de obediencia los que nos preparan y nos permiten seguir sirviendo al Señor, y creciendo espiritualmente. Sin embargo, si permitimos que el temor a la incompetencia nos detenga, no disfrutaremos lo que el Señor había preparado para nosotros.
Rechazaremos el llamado de Dios. Casi siempre hay tres aspectos que nos detienen ante el llamado de Dios para servirle:
1) Temor al fracaso
2) Preocupaciones financieras
3) Preocupaciones familiares
Perderemos las bendiciones de Dios: El camino para ser bendecido por el Señor es una vida de obediencia. Nuestro Padre celestial no nos muestra todo su plan, pero nos guía en cada paso de obediencia que damos. Es al considerar sus atributos que nuestra incompetencia se desvanece, pues es omnipotente, omnisciente, amoroso, perdonador y lleno de gracia y bondad para con sus hijos.
Nos sentiremos insatisfechos: Si permitimos que la inseguridad y la incompetencia dominen nuestra vida, nos sentiremos incompletos. No podremos sentir el poder de Dios, ni tampoco su presencia. El Señor no busca personas que se sientan seguras de sí mismas, sino personas que se sientan incompetentes para usarlas a pesar de sus debilidades.
Áreas importantes de obediencia
Existen dos aspectos cruciales en relación con el llamado de Dios.
Salvación: No podemos permitir que los sentimientos de incompetencia nos impidan aceptar el perdón que Dios nos ofrece, por medio de su Hijo Jesucristo. No debemos tratar de cambiar con nuestras propias fuerzas, pues Él nos llama tal y como somos. No tengamos temor al pensar que hemos pecado demasiado, o que no podremos cambiar. La muerte de Cristo cubre todos nuestros pecados, y su Espíritu nos fortalece para que podamos vivir en santidad, rectitud y obediencia. Solo nos pide que confiemos en Jesucristo, que dependamos de su poder y que caminemos con Él cada día.
Servicio: Una vez que hemos sido salvos, el Señor nos llama a servirle. La verdadera satisfacción solo se encuentra al creer en Dios, al confiar en Él en cualquier situación y al vivir en obediencia a su voluntad. No es malo sentirnos incompetentes ante el llamado de Dios para servirle, pero debemos reconocer que nuestro Padre celestial está con nosotros y que promete ayudarnos. Es de esta manera que podremos decir: “No puedo, pero sé que Dios sí”.
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No es malo sentirnos incompetentes ante el llamado de Dios para servirle, pero debemos reconocer que nuestro Padre celestial está con nosotros y que promete ayudarnos.

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Para reflexionar:
Ø  ¿Se enfoca más en sus incapacidades que en las promesas de Dios? ¿Cómo afectaría su actitud y confianza en usted mismo si pusiera su mirada en la Palabra del Señor?
Ø  ¿Ha habido alguna ocasión en la que ha sentido que Dios le ha llamado para hacer algo que va por encima de sus habilidades? ¿Fue capaz de confiar en el Señor y avanzar por fe?
Ø  Si en el pasado usted ha obedecido a Dios, a pesar de su incompetencia, ¿qué aprendió de esa situación? ¿Qué bendiciones recibió por haber sido obediente al llamado del Señor?
¡Dios te bendiga!

Fuente: Pastor Charles Stanley.

[6/2/16 1:54] Jorge Ogando (j.ogando23@gmail