Siguiendo los pasos de Jesús

Compartiendo el evangelio de Cristo para reconciliar las almas con el Padre.

No luches más

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Hay veces que estamos como Jacob, huyendo de Labán su suegro y de sus cuñados y atemorizado porque delante está su hermano Esaú con un ejército esperando. Es como si estuviésemos entre la espada y la pared. Pareciera como si no hubiera salida. Si avanzo me atacan, si retrocedo también. Son momentos que nadie quisiera vivir. En instantes como esos sencillamente no sabes que hacer. Jacob estaba tan desesperado, que a pesar de andar con su gran familia, se sentía muy solo, triste y abatido.

Génesis 32: 7-12Entonces Jacob tuvo gran temor, y se angustió; y distribuyó el pueblo que tenía consigo, y las ovejas y las vacas y los camellos, en dos campamentos. Y dijo: Si viene Esaú contra un campamento y lo ataca, el otro campamento escapará.  Y dijo Jacob: Dios de mi padre Abraham, y Dios de mi padre Isaac, Jehová, que me dijiste: Vuélvete a tu tierra y a tu parentela, y yo te haré bien; menor soy que todas las misericordias y que toda la verdad que has usado para con tu siervo; pues con mi cayado pasé este Jordán, y ahora estoy sobre dos campamentos. Líbrame ahora de la mano de mi hermano, de la mano de Esaú, porque le temo; no venga acaso y me hiera la madre con los hijos. Y tú has dicho: Yo te haré bien, y tu descendencia será como la arena del mar, que no se puede contar por la multitud.
Luego de esto sucedió algo extraordinario en la vida de Jacob, estando sólo, luchó con el Ángel de Jehová y venció.
Genesis 32: 24-31Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba. Y dijo: Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices. Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel;[b] porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido. Entonces Jacob le preguntó, y dijo: Declárame ahora tu nombre. Y el varón respondió: ¿Por qué me preguntas por mi nombre? Y lo bendijo allí. Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma. Y cuando había pasado Peniel, le salió el sol; y cojeaba de su cadera.

Después de ese momento la vida de este hombre cambió. De ser llamado Jacob, que significa el engañador; pasó a llamarse Israel, el que lucha con Dios; llamó además aquel lugar Peniel, que significa el rostro de Dios. Allí, en medio de sus luchas y batallas, Jacob al estar cara a cara con Dios sintió paz y que su alma era librada.
Al igual que a Jacob, el hecho de tener un encuentro personal con Dios en medio de nuestras tribulaciones y dificultades trae paz al alma y alivio a nuestros corazones. Pero, así como a Jacob le fue cambiado el nombre por Israel, y descoyuntada su cadera; Dios tiene que obrar en nosotros para cambiar nuestra estructura, para que desde el fondo de nuestra alma, vengan esos cambios profundos que nos harán nuevas criaturas. Comienza por cambiarnos el nombre, en vez del pecador, de ladrón, de chismosa, de mala paga, de adúltero, de asesino, somos llamados siervos y siervas de Dios.
También el Señor transforma nuestro carácter a través de su Espíritu Santo. Al altivo Jacob, lo puso a cojear. A nosotros no nos pone a cojear pero si nos transforma de adentro hacia afuera, y el fruto del Espíritu comienza a ser una realidad en nuestras vidas. Nos convertimos en seres humanos más amables, bondadosos, amorosos, con mansedumbre, gozo, dominio propio, entre otras cosas que la gente comienza a decir: Es la misma persona, pero es diferente. Claro que sí, porque Dios en su infinita bondad y gracia nos hace diferentes.
Si como Jacob te encuentras en dificultades y no sabes cómo seguir avanzando porque tienes temor a lo que te depara el futuro, si has estado luchando y no encuentras ninguna salida, es hora de que no luches más y vengas a Cristo. Porque su “Cristomicina” es capaz de sanar las heridas de tu alma y de tu corazón y llevarte a ser una nueva criatura que dé frutos dignos de arrepentimiento. 

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¡Que Dios te bendiga y te guarde en este maravilloso día que él ha creado para nuestro deleite!

Fuente: Juan Julio Báez

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