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Cuidado con la "Fama cristiana"

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Pareciera que alcanzar la fama es la meta más elevada para el ser humano. Llegar a la cima y ser reconocidos, admirados, aplaudidos y amados por todos es el propósito que le da sentido a la vida de muchos. Y ¿qué hay de malo en eso? Siendo sinceros, ¿A quién no le gusta ser amado, aplaudido o reconocido por gran cantidad de gente? Uno se siente bien, pues esas cosas nos brindan satisfacción y llenan nuestro ego humano.
Ahora bien, cuando hablamos de las cosas de Dios y los asuntos divinos las cosas cambian. No sé, pero siento que el término »FAMA» y »DIOS» no compaginan. La fama más bien es una inventiva humana en donde el hombre busca atribuirse y alardear méritos que no le corresponden, aunque creamos que nos lo merecemos o que nos lo hemos ganado.

Muchos cristianos han sido engañados con esta falacia, fascinados corriendo detrás de los dones del Espíritu para ser usados por Dios pero movidos por motivaciones incorrectas y sin el conocimiento del uso y propósitos de ellos, mientras que del Fruto del Espíritu poco se habla o se le presta ninguna atención.
Hoy el sueño de muchos es solo ser grandes predicadores, profetas, evangelistas, salmistas reconocidos, adoradores o más bien cantantes. ¿Y qué hay de malo en eso? Justamente el hecho de que es el sueño personal de alguien que evidentemente no lo ha rendido todo delante de Dios, y me atrevo a decirlo porque los sueños de Él para nosotros no se basan en que seamos conocidos por nuestros propios medios sino en que Dios mismo sea conocido a través nuestro y por SUS medios. Ahora bien, ¿Cual es el fin que persiguen muchos?

A menudo pienso que tal vez Dios debe hacerse esa misma pregunta ante las oraciones insistentes de gente que su único interés es llegar a los púlpitos y las grandes plataformas para darse a conocer y así llenar esa necesidad de sentirse importantes y que alguien los reconozca. En último caso el ser conocido es una recompensa del Señor pero luego de haber estado un prolongado tiempo en el anonimato con un corazón realmente humillado delante de su presencia. He visto en varias historias bíblicas que los que menos buscaron reconocimiento alguno lo tuvieron pero porque su corazón no estaba en ello y porque a Dios le plació exaltarlo cuando lo consideró el momento apropiado (1Pedro 5:6) ¿No es eso maravilloso? ¿Que sea Dios el que te exalte y no el hombre? Porque la gloria del hombre es pasajera pero cuando es Dios el que se glorifica a través de una persona, podrán incluso difamarlo y no le importará porque sabe quién lo ha levantado.

En este sentido hay dos tipos de corazones, uno busca la fama usando a Dios para alcanzar su propio sueño y el otro sirve a Dios de todo corazón fielmente porque lo ama, soportando tribulaciones y reconociendo que sin Él no es ni puede hacer nada. ¿De cuál corazón crees que se agradará el Señor?
Creo que resulta importante y oportuno saber que el ser usado por Dios y poseer algún Don Espiritual no es garantía de salvación, mas el reflejar en tu vida el Fruto del Espíritu sí. Y éste es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gálatas. 5:22-23) ¿De dónde crees que todo esto se obtiene? Pues ni más ni menos que de LAS PRUEBAS, sí, de las benditas pruebas por las que Dios nos permite pasar para que le conozcamos como el Dios Todopoderoso que Él es. Tal y como lo dice Santiago 1:2-4 Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.” Pretender tener fama no es más que un deseo carnal que nunca te llevará a madurar espiritualmente, las pruebas sí lo harán ¿Acaso vamos a cambiar a Dios por algo tan superficial de esta vida como la fama? ¿Cómo caer en algo tan bajo menospreciando la sangre con la que Cristo nos compró? Eso sí que es, literalmente, vender la primogenitura por un plato de lentejas.
Delante de Dios nadie podrá alegar méritos por lo que hace por medio de Él y con lo de Él (aunque muchos lo intentarán) pero tendrán un triste final. Vea… Mateo 7:22
Muchos proclaman hoy el hacer cosas bajo la frase »Para la gloria de Dios» cuando en ocasiones solo existen intereses ocultos y motivaciones desconectadas del propósito y los Planes de Dios. Pero eso sólo Dios lo sabe, aunque las acciones de muchos los ponen al descubierto. Pero lo cierto es que Dios no mide a Sus hijos por sus dones, y mucho menos por su fama. De hecho, Él ha determinado valerse de gente débil para que a final de cuentas solo Su nombre sea glorificado. Esa es una de las enseñanzas de Pablo en 1 Corintios 1:26-31. A final de cuentas, es por la gracia de Dios que somos lo que somos (1 Corintios. 15:10). 

En conclusión, sólo somos personas ordinarias a quienes Dios ha encomendado una labor extraordinaria, para que la excelencia del poder sea de Él y no nuestra (2 Corintios. 4:7). Y a fin de cuentas, Él nos reconocerá como hijos suyos por una sola cosa: »El FRUTO DEL ESPÍRITU» (Carácter de Cristo) en nuestras vidas. Vea: Mateo 7:20. Por lo tanto, debemos ministrar de tal manera que nuestro Dios se lleve toda la gloria, porque solo a Él le corresponde (Romanos. 11:36).

Fuente: Eduardo Sarmiento Sosa
¡Dios les bendiga!

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